sábado, 2 de marzo de 2019

I. Cómo empezó esta historia amarilla.


Estoy segura de que me escuchaste.

Por cómo el pánico de tus ojos apareció dos semanas después al fondo de un pasillo congelado por tu presencia y mi perplejidad.

Era una noche cualquiera. Tequila, sonrisas, arena en los zapatos, un vestido negro. Y en medio de toda esa banalidad la lucidez del alcohol se impuso.

Nunca te miré hasta ese día. Me arrepiento.

Tus ojos en los míos, y casi toco el cielo y te prometo que no conocía ese don tan tuyo de contener la expresión y bajar la mirada. Consciente de la sacudida, de la alegría y el arrojo, yo radiante  y tan borracha saludé. Pocas sonrisas más que esas he visto.

“Pues yo a ese de mi clase le daba” - Y lo dije. Como esa bárbara insensible que sé que no soy. Lo suficientemente excéntrico como para llamar tu atención.

Estoy segura de que me escuchaste.

¡Cambiaron tantas cosas aquella noche! Yo cambié. Y quise ser todo eso que era.
Me convertí en esa horrible camisa estampada que sólo podría quedarte bien a tí.
Y me convertí en los nexos que tenemos y que día a día crecen como únicamente crecen las cosas que tienen que ser. Son el jodido fenómeno que me consume.

Mírame. Mírame como nunca te miré hasta ese día. Dame cinco minutos y todo empezará a ser diferente. Déjame entrar.