lunes, 21 de marzo de 2011

Papá quiero un trapecio,
uno grande, en el que poder pudrirme esperándote.
papá, que sea eterno,
y que nunca deje su leve huella,
que nunca se aleje de mí, que no me olvide.
Quiero un trapecio,
en el que vomitar todas las papillas que no me has dado,
uno que esté colgado en las estrellas,
y sea blanco.
Papá yo quiero que mi trapecio exista,
para que no sólo pueda columpiarme en mis fantasías.
Papá, uno cómodo, como debería ser tu hombro,
en el que tantas veces me perdí,
que pueda dormir en él,
que pueda soñar con un trapecio bonito sobre su lomo desdeñable.
Vuelve de entre mis sombras, quiero verte la cara….

domingo, 13 de marzo de 2011

Amnesia


Y qué vas a hacer tú cuando te parece betadine, todo rojo y mugriento lo de los lápices de colores en el corazón, cuando ver como se te llevan los brazos de Morféo supone más un alivio que un desencuentro.
Es entonces que la mercromina te anhega el cerebro hasta convertirlo en un soporífero desinfectante de recuerdos que pertenecen a otro tú, a un pasado que no está,y bien sabes que estuvo, pero ahora que se ha ido para siempre, y nada tiene que ver con esa estatua de perfecto y cincelado bronce en la que te has empeñado en transformarte, miras con anelo aquel pantano de aguas putrefactas, que el drenaje ha tornado desierto insoportable del que no queda ya ni el olor a salitre mecido por el viento.
Sin saber a qué aferrarte, sin luchas por las que matar, te has reducido al gris ceniza de las ascuas apagadas y todos los esos libros tan patafíscos que no te viene en gana leer.
El presente se te impone con su arrojo abrumador de niños con cáncer, de guerras de guerrillas y tiroteos euforicos. Y dá lo mismo, porque esa no es tu batalla.
Tu batalla era el eterno entonces que despareció entre la tierra sucia del desbroze una mañana de marzo, y ahora que no está, que has mutado en ese nadie, el presente es solo un segundo de aburrimiento que se eterniza hasta convertirse en amnesia renegada que corre escaqueándose hudiza hasta el segundo siguiente.
Cuando la imeditez se ha reducido a la necesidad de una lucha que no existe no hay moral en lo carente de ayer, ni senderos para los pasos que están por llegar.
Y es que hasta el más heróico de los Aquiles necesita un pasado que le haga de brújula y así tener algo que mirar al espejo por las mañanas.