domingo, 30 de mayo de 2010

Divina Comedia

Será que había una vez un circo.
Y que me enmarañé entre los hilos de los títeres que alguna vez creí manejar.
Serán las ganas de ganar las apuestas apostando por el mejor postor.
Será que te conocía sin conocerte y que te imaginé sin acertar.
Mi credo, loco huracan de pasiones frígidas, no tenía ni idea de comedias divinas,
de versos en italiano o de besos por terminar.
Hasta que me apagaste la voz una noche de Mayo y supe por qué llevaba semanas escuchando tu nombre golpeando mis cimientos y reberbenando en mis oídos como reminiscencia rota por el fracaso de tu narcisimo.
Que lucrecía leía tu obra abrazandote de manera casi compulsiva para arrojarte lejos de todo, tan lejos como la astrología, o tu nombre - singnificando sin significarte- repetido día trás día por influencias del azar.
Se soñaba Beatrice cuando nadie la miraba,cuando soñarse tuya no significaba nada salvo un poeta de tres al cuarto. Nunca la curiosidad te señalaría con el dedo acusador de un recuerdo del futuro.
Has condenado al infierno a mis personajes y a mí a la incertiumbre.
Suerte la mía.
Será que no sé como hacer para cambiarnos el pelo, para cambiarnos la piel, para enredarme en tus manos...

jueves, 20 de mayo de 2010

Entre las formas de las nubes.

Bien podrían las nubes sugerir formas sin jugar con la autosugestión, pasar por encima de ojos ajenos al mundo, despistando ideologías radares y desesperanzas por igual.
Con un toque de reloj te embauca la húmeda textura de su algodon, miras al cielo
y ¡ Cuánto desearias para siempre una cama sobre el crepúsculo donde ni los pájaros te engatusaran con su incesante trino!
El cielo es la tabla de salvación de los no tan débiles y Cenicienta lleva escrito en su destino
- Bien tejido por o para ella- eso de llegar tarde.
Hace mucho ya que el reloj tocó las doce y no quedan nubes o uvas en mi saco de la suerte, por eso me escondo detrás de decimonónicos tiempos verbales para llegar tarde a los clásicos pronombres como me-ti-contigo.
Y es que cuando pasas puntual por mi cabeza dejo que cualquier pensamiento te arrastre hasta hacerte desaparecer, como un recuerdo de tantos, el más perfectos de todos los trazos que alguna vez se me dibujaron en el pecho.
Borron, cuenta nueva.
Porque siempre supe que amar es algo que puede darse en presente y en pasado.
Cuando amas en pasado te envuelve ese olor dulzón del recuerdo y el autoengaño, sonríes arrastrado por la melancolía y dura lo que tarda en llegar un nuevo verano.
Despistarse mirando nubes es como amar en presente y cuando se mira de cara al ahora, el tiempo para el pasado ha dejado de ser necesario así, y por suerte, los errores, una vez modificado el instante no alterarán más que lo ya conocido.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

- M. Benedetti -

martes, 11 de mayo de 2010

Prima-Vera

Abres los ojos.
máxima nº II: no volverás a consumir alcohol en cantidades industriales.
A veces, las elocociones por decir resultan tan prescindibles que, ni bajo la concreción más absoluta, podrían salvarse del desinterés.
Inventaba frases de un cuento despistado, cansada del eterno letargo que arropa a las buenas historias que muy pocos se atreven a leer.
Y así como en un sueño sin prisas construí castillos de arena embalsamada en ladrillos de cosmogonias decadentes.
Para cuando percibí el pertinaz sonido de la lluvia de media tarde, mi montaña de un grano de arena se deshizo entre las razones que inevitablemente van unidas a las primeras aguas de Mayo, así como a toda resaca memorable, que no recuerda pero sabe, como solo saben saber las intuiciones.
En el ámbito de lo cognoscible hay lagunas del tamaño de Júpiter que se mimetizan a la perfección con el escepticismo
La simetría no existe es esa mentira que se aloja en los cubitos de hielo de los mejores vasos de ron, que va desencajando la percepción y da la vuelta a la tortilla haciéndote creer que quizás con Coca-Cola todo sería mucho más fácil me tragar.
Y tragarmelo me lo tragué, atontada como estaba.
Asi cuando desperté, solo quedaban recuerdos entre las nauseas y el dolor de cabeza.
Y un barco, rumbo Júpiter.
Palabras más, palabras menos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Verani-ego (O vera-niego)

Abres los ojos.
Máxima número uno: No volverás a dormir abrazando un cojín.
Tus párpados aún no responden al leve estímulo que tu muy abotargado cerebro pretende insuflar. Lo que aciertas a percibir como esa luz propia desprendida por la bruma de todo amanecer que se precie, acaban siendo los pocos rayos de sol que va dejando tras de sí el atardecer.
Con inusitada lucidez la intuición te dicta que tu noche, se ha extendido, eclipsando la baraja de opciones que propone el día, y se ha saltado, sin siquiera contigo, la madrugada.
¡Dichoso verano que se acerca a pasos de gigante y te aplasta con su meñique hasta hacerte desaparecer!
No hay nada más absurdo que ahogarse con el dedo pequeño de un pié fictício y metafórico, dejandote absorber por el suave efluvio que emanan los pliegues de un cojín espantosamente amarillo.
¿No es extremadamente detestable el amarillo?
Será que es el color de mi pueblo en verano, peor aún, el tono exacto de la yema de huevo. Inaceptable.
Los pollitos también son amarillos, y majos, aunque posiblemente me equivoque y sean seres salidos del mismísimo infierno.
Pollos/as aparte y volviendo al tema del cojinescepticismo-veraniego -siendo la parte del -ego la que más me preocupa porque implica que necesariamente que solo me atañe a mi- Tengo que confesar que se han ido, así, sin más. Mis ganas de abrazar cojines ( amarillos o no) han decidido hacer huelga -De vete a saber qué- y se han encerrado en una caja típica de sinsabores y sinsentidos.
Y ahora me toca a mí -será egoista pero no menos cierto- dormir entre almohadas y dejarme apabullar por la nubosa textura de su relleno de algodón.

Quizás en tu almohada, quizás tu textura...
...pero no.
Supongo que eso, si que no.