lunes, 21 de noviembre de 2011

Conclusiones y reseñas.

“La mañana, es el símbolo del que lucha, del que mira a a través de la rendija con ojo cínico, y busca aquello que le falta a la vida, el de los puntos, las íes y las malas ideas.
Con la puerta en las narices las mañanas son para los que se mueven entre el sol, entre esos, los lineales, los que creen que el tiempo es un grano de arena que se escapa entre los dedos.
Las mañanas son para aquellos a los que les gusta reconocerse en el espejo.
¿Donde quedan aquellos a los que hemos dejado sin mañana?
¿Donde están los de las noches?
Yo, desde mi trono dorado les veo forjarse una identidad ficticia, les veo ponerse máscaras para salir a desnudarse.
Y quizás sea que se relegue la noche, a aquellos que sueñan,a aquellos que creen, a esos otros, que solo a veces, piensa".

Me desmayo ante los clichés baratos de retórica y dudo.
Dudo, porque son tantas las ideas que uno cree, conoce sobre mundo, que posicionarse resultaría nimio y posiblemente contraproducente.
Las ideas solo son acertadas cuando están en el sitio y a la hora correcta. O no.
Quizás pueda darse un axioma de la realidad que todos desconozcamos y el día que se presente nos encontremos ante el big-bang epistemólogico.
Aunque mientras tanto dudo, y dudo tanto que a veces me escondo bajo la cama, me emborracho con ron barato y pienso que hay cosas que no llevan a ningún sitio, a ninguna parte.
¿Pero es que ese es el sentido? ¿Llegar?
No estamos programados para la meta, ni tan siquiera en el caso de que esta exista.
Que esto no se parece en nada a un orgasmo, menos elegante, de hecho. No parece, entonces, que haya que conformarse con escalar el Kilimanjaro y colocar la banderita.
En toda la esencia que emana de lo subjetivo, he encontrado aquello que quise buscar a los 15 años, y es curioso como cuando se trata de ideales, uno tiende a difuminarlos con el tiempo, a pasar la mano y emborronar la pizarra, mientras las letras en su cárcel de tiza, se vuelven difusas, luchando porque se adivine el contorno en cada palabra.
Mientras se teje el mundo, un jarro de agua fría te señala la cara, y ahora, un poco más allá del fervor adolescente, me empapa la realidad con ese narcisismo propio de aquellos que se imponen.
Que se cuenten los cuentos que se quieran contar, que la Era Global no existe, porque siempre habrá tantos universos como individuos, y sumando dos más dos, encontramos que hay una distinción tangible entre globalización y sumisión.
Y , sin pretender en absoluto caer en el paradigma humanista,vemos que desde cada nuevo individuo surge una nueva ventana desde la que dan ganas de esconderse a beber ron bajo la cama, o sobre la que mirar un nuevo horizonte.
Y entonces, cuando seamos capaces de comprendelo, quizás me comprometa un poco con el comunitarismo. Porque por encima de los ideales, siempre estarán las personas que nos ayudan a forjarlos, para bien o para mal.

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