lunes, 17 de agosto de 2009

La historia fría de las cosas I

El sol de media tarde se reflejaba en sus ojos dotándolos de un curioso color casi ambarino. Mientras miraba por la ventana el paisaje exterior al vagón cambiaba constantemente y La expresión de su rostro estaba surcada por ese infantilismo febril que solo poseen aquellos que saben lo que significa mirar estrellas fugaces.
Y es que en el interior de aquella cabeza mal amueblada, un nombre viajaba a la velocidad de la luz por cada una de sus terminaciones nerviosas.
Sobre todo se esforzaba por reconstruir todas las escenas vividas en los últimos siete días. Siempre tuvo miedo de olvidar, incluso antes de conocerle.
Se le antojaba insoportable la expectativa de levantarse una mañana y no recordar como sonaban sus pasos acercándose a la cama…
Desde que le miró por primera vez aquella mañana de julio supo que el sabor de su sonrisa era diferente. Sincera. Verle sonreír era como romper un espejo, deleitarse viendo como se hacían añicos miles de trocitos reflectantes, que lo llenaban todo de luz a pesar de la amenaza de siete años de mala suerte.
Sobraban las palabras…
¿Quién necesitaba hablar cuando incluso en silencio y casi sin tocarle había sensaciones que recorrían su espalda haciéndola temblar como si de una hoja se tratase?
Un frenazo del tren removió en ella aquello que le venía preocupando y que no conseguía definir:
“Consciencia de fragilidad”, se sintió orgullosa cuando por fin pudo adjudicarle un nombre, ya que saber el nombre de algo implicaba conocerlo y conocerlo era un buen comienzo para empezar a combatirlo. Y era justo esa vulnerabilidad que llevaba siglos intentando esconder la que se hacía más patente con cada beso. De nuevo el ruido que procedía del motor la sacó de su ensimismamiento y se dedicó soñar con el tono anaranjado que poseían las nubes del atardecer…
…aquello le dio una idea:
¿Y si solo por esta vez decidiese no solo asumir su fragilidad sino incluso mostrarla, y a pesar de ello tener el valor suficiente como para continuar?

Un par de asientos adelante, una mujer de mediana edad miraba como una chiquilla se dormía con ademan sonriente mecida por el vaivén caracteristico del ferrocarril.

4 comentarios:

  1. de vuelta al pueblo, espero que no te desilusionemos

    al fin actualice y comente ^^

    me he puesto al dia

    te quiero peque

    el otro dia vi una peli, hacia rutas salvajes, en la que el protagonista descubrio algo horrible cuando comenzo a llamar las cosas por su nombre, espero que veamos esa peli juntas algun dia

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  2. Pues yo pienso lo mismo, hay que asumir todo, incluso esas pequeñas cosas tan íntimas que nos hace tan vulnerables. Y no sólo continuar, sino hacer como que eso es otra parte de nosotros imprescindible, como el corazón, el hígado o los ojos. Nunca esconder(nos).

    Un beso, Campanilla, me has gustado, y mucho.

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  3. -¿Por que lloras bonita?

    Y es que no lloraba... se le caian las lagrimas.

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  4. ¿Recuerdas la película que vimos? Eso debería ayudarte con tu miedo a olvidar. Da igual que recordemos mejor o peor los detalles de las cosas que acontecen, al fin y al cabo, aunque no menos importantes que los hechos, lo verdaderamente importante es el sabor que los recuerdos nos dejan.

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