sábado, 16 de octubre de 2010

Ottoñal

Abres los ojos.
Máxima nºIII: "Para que nazca un hombre hay que destruir un mundo"*

Puede que me acueste con el Punky de primero.
O puede que te reconstruya hasta convertite en ceniza, te envuelva en papeles de fumar y te regale a cualquier mendigo de la calle que esté más necesitado de humo que yo.
Es posible que te cuente que anoche me besaron los lábios de alguien fisico-intelectualmente más atractivo que tú mientras me volvía de piedra recordando tu cara de media luna que nunca sabe a dónde va a mirar, si a las vemtanas de mis cárceles encubiertas o la bruma que se escapa entre tu boca de promesas por cumplir.
Eres el reflejo en el espejo empañado por la ducha de los algodones entre los que te escondes para que pueda dibujarte en mi libreta de la mala suerte y te recuerde a media luz como cada quien no sabe verte.
Mirada perdida y encontrarme de soslayo en el brillo de tus ojos. Ese pedazo del día a día del que se olvida mi consciente y te deja aparecer en el bucle retroactivo de todas las medianoches empeñadas en embalsamarte bajo yugo de mis estrellas.
Eres la mitad de lo que sueño y la mitad de lo que olvido, siempre letra pequeña, notas al pié, asterisco por bandera.
A todos nos han incrustado en la cabeza aquello de ser mejor de lo que se es, mejor incluso que uno mismo.
Te regalaré una cuerda o un balcón para que puedas colgarte y ya nada importe, ahorcado desde la soga de mi portal desatarás los grilletes con los que nunca me encanaste y entonces serás lo que sea, lo que quieras ser, con la seguridad de que no será ahora, ni aquí, ni conmigo.

1* Herman Hesse

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