sábado, 2 de octubre de 2010

Mi cama, mi credo.

Nada que se asemeje a ese amago de agonía que son tus medio poemas y que tiendes a desrimar.
Nigun gemido orgásmico para tus palabras, mal escritas, malversadas pero sobre y por encima de todo, mal folladas.
No vas a ser la luz de ningún universo armónico que roze el buen gusto entre vómitos de elegancia y buena voluntad.
No encuentro lugares para alcanzarte, o descenderte, o que se yo.
Pobre intelecto que me persigue hasta la locura de tu lábios y marca el reloj sesenta segundos para joderte la analogía y follarte hasta aniquilar y someter tu alma que me atormenta.
Que veas las llamas en mi ojos y desees como nunca has deseado ese no haber nacido tan propio, tan mediocre, y en definitiva tan humano.
Que se caiga tu montaña de cristal y el miedo de tus ojos te condene a toda la ausencia que llevas dentro y que a mi se me hunde en el pecho y entonces ni toda tu ingenuidad es suficiente para cualesquiera de las cosas que no me dejan pensarte, porque como siempre el sentir que sí, que quizás y que ¡Oh! despues, siempre después puede que te desencuentre en uno de tantos antros de media noche y entre el olor de la ginebra tu cara, sea más que nunca tu cara de dulce narcisismo fingido que no posee nada más que el estúpido ego de sí mismo.
Y siendo tu cara, tan de tí que tú mismo, me conmueven los demonios y pienso que nunca serás como escribes, serás toda esa mierda perfumada de retórica que siempre me acaba salpicando y embaucando para que vuelva a morir en tu abrazo de miedo y discordia.

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