miércoles, 26 de noviembre de 2014

Historias de escaleras.



Las historias de filósofos son siempre historias de escaleras. Peldaños en los que uno, con una pizca de irónico cinísmo y otro poco de lo de más allá va lidiando con sus ascensos y descensos entre el esceptiticismo más febril y la metafísica más convulsa. Y por que, a parte de pensarse subiendo y bajando metafóricas escaleras uno se sienta a liarse un cigarro en ellas día sí y día tambien.

Yo por entonces no sabía nada de todo aquello ni de ninguna otra cosa, estaba echando a suertes mi matrícula en la universidad, lavando mi camisa sucia y, por supuesto, sentandome en las escaleras de debajo de las ventanas. De lejos miraba aquel grupo de " sabemos a lo que venimos" y sin atreverme siquiera a sonreir observaba tu chaqueta de pana, venida a menos, de otros lados y de otra época. Tengo que decir que me pareció, la prenda más fantalubosa y estupéndica de mi nueva realidad..
Demasiado poco a poco -Que no me vean, que por favor no lo entiendan- mi mundo se hizo vuestro, y compartimos más de un cigarro entre las horas muertas y el sol en las barandillas. Y así llegaron la Ontología, el Utilitarismo, y también tu guitarra, y el altar en el que te subí con tus matrículas de honor, tus embelesarme en el desliz de una mano a cada acorde y mi pensar que yo siempre ando por debajo de.
Tu amistad era aquel regalo que me hizo el destino cuando aposté por la filosofía y descubrí el tópico de los bombines a medio lado.
Nunca sonrisas como las de tus conciertos.
Luego se derrumbaron todos mis edificicios y me arranqué aquel sentimentalismo tan mío para tirarlo despues por la taza del water. También quise que tú cayeras y que se acabasen los colores de mis cajas caramelos y las noches con los filólosofos en nuestro piso destartalado.
"Yo no perdono ni olvido".
Sin olvidar salí corriendo para escuchar tus canciones detrás de las puertas, detrás de cada espejo entornado y entonado con tu voz.
Y volvimos a vernos sin saludarnos cada mañana. Y volvimos a encontrarnos en esas noches de cualquiera. Tanto tiempo calló nuestras voz, que cayeron nuestros desencuentros.
Con el instante en los lábios y un par de cervezas de más llegaron en nuestro último año los besos a escondidas en el "Cómo hemos llegado hasta aquí", los susurros de buscarte bajo las sábanas entre las bibliotecas. Ese "hasta mañana" y el no quedarte a dormir porque entonces, ellos, lo sabrían.
Que conste, nunca hablamos de amor.

Y ahora, que has elegido la otra punta del universo para ir a tocar la guitarra, yo extraño los pocos acordes que despertabas en mi ombligo, y me repito, que no, que nunca y menos contigo, y olvido que jamás se habló , y menos de amor, si no de otra cosa, de esa magia de platos rotos y encuentros imposibles.
Ojalá embeleses al mundo con tu música de lugares comunes, y me dejes buscarte un poco más allá de mis recuerdos en los que Granada se quedaba corta entre tus manos.
Descubrirte cada mañana en nuestras escaleras, con tu chaqueta de pana y tus voces del sur.

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