sábado, 1 de diciembre de 2012

"Lo siento, corazón. He de hacerlo.
Tengo que lavar los trapos sucios antes de darme una ducha en tu boca"

Saco la pistola de mi bolsillo y disparo a quemarropa, mientras  me consumen a la par la sed de venganza y las ansias del perdón, saberme el dios de mi mundo desajustado con seis balas en la punta de una  lengua de acero.
Reberbena en mis oidos la primera bala, directa al pecho de aquel enemigo que alguna vez se atrevió a juzgarme, tanchandome de poco despiadada, de cobarde, se me acusó de vulnerabilidad y necesidad, pero ahora...
...Tendrá que tragarse sus mentiras y escupir la bilis que un día corrió por mis venas envueltas en humo y en miedo.
Doy en el blanco. Y camino sin prisa y sin pausa al siguiente acusado, guardo el cloformo pensando que ninguno de ellos necesita dormir, es más, me aventuraría a decir que es de extrema necesidad el encontrarse bien despierto, ajustar la reflexión a la paciencia, sintiendonos ambos en sincronía con los sonidos de alrederor.
Todas mis víctimas tuvieron la extravagancia, la prepotencia de  jactarse como  verdugos de un dios en el nadie, nunca, creyó. Así, cuento hasta seis, incluso siete, y uno tras otro van cayendo, y yo los siento pequeños en medio del regero de sangre que dejan sus cuerpos tras de sí. Un amasijo de almas poco equilibradas, marcadas con al atanería propia de quien se siente especial. Mis botas dejan huellas de tierra en su espalda y sonrío con la certeza de un trabajo bien hecho. Limpio la pistola y dejo que el tiempo se ocupe de mis cuerpos sin vida y sin amor, muertos en mi letanía de huidas y aburrimiento.

Me vuelvo a la cama contigo y dejo que me desarmes con prisas. En mi desvelo me desnudo con tus manos sobre mi piel, y me convierto, casi enferma de locura en una niña que gime mientras muerde la almohada resistiendo tu embestida, ahogando un grito de placer respondo con los ojos a tu mirada desafiante, Y sin embargo acepto el desafío que significa abrir la puerta, y dejarte marchar y para que cuando quieras entres por la ventana y me hagas gemir una vez más rompiendo mis inseguridades con un abrazo. Salgamos al mundo en una excursión eterna de incertudumbre, de idas y venidas prendida de tu mano férrea, embaucada por tus ojos delirantes.
Saco las uñas y no quiero escribir nada que tenga que ver contigo, hablo de muertes y de vengazas,  de un odio indescriptible por ese millón de víctimas que  me dulcificaron y no supieron mirar más allá de la sonrisa eterna y congelada en mi rostro de mentira.
 Eso no soy yo.
 Tengo que ser algo más que edulcorante caduco, y si lo sé es porque cuando me desnudo ante tí soy tan fuerte como vulnerable,  aprendiendo a ignorar  el miedo que me consume cada noche si no me siento anclada a tu pecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario