lunes, 19 de abril de 2010

Aquellos que escriben y quieren dejar de hacerlo.

El día en el que se deje de escribir se eliminarán muchos de los conflictos inherentes al sentimiento. Ya que, por lo menos, en lo que a mi respecta dejar de escribir se relaciona irremediablemente con el defecto de toda creatividad, por eso dejar de escribir, bien podría ser la consecuencia inmediata a dejar de sentir en exceso.
Cesar el flujo de la emoción acabará con los restos de tintas de las manos corruptas por la imaginación y el desamparo.
La racionalización no es sinónimo de decadencia de espíritu sino todo lo contrario dado que un aumento de devaneo nos conduciría irremediablemente por derroteros nada apetecibles como las espectativas de cara a un futuro que no llega, y de por no llegar exaspera y anhega con el agua al cuello de esperanzas o ese eterno correr, huidizo de la realidad recalcitrante que se empeña en jugar perseguirte y absolutamente nada modifica cuando consigue, en su empeño, alcanzarte.
Para todos aquellos que escriben y quieren dejar de hacerlo tampoco habría de ser una constante la espontaneidad que siempre acarrea a posteriori fatales consecuencias tales como el arrepentimiento y la flagelación del espíritu.
No creo que pueda darse un término medio para el buen sentir y tomo por solución la única que considero como plausible: La abolición de toda emoción en favor de una felicidad a medias.
Proclamaremos entonces una casi-victoria, porque habremos aprendido a asumir la derrota.

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