jueves, 2 de septiembre de 2010

La Ciudad.

La ciudad me engullía, pero no de esa forma, su ritmo no se asemejaba en absoluto a cualesquiera de las cosas que pudiesen guardar cierto parecido con Manhatam.
Esta vez no.
Me hablaba desde cada esquina, desde cada boca de incendios, me dejaba absorber con los adoquines pisoteados que gemían pidiendo condescendencia.
La ciudad, con su efluvio pausado y abstracto venía a despojarme de mi dignidad y de los pocos años de juventud que aún me quedaban.
Solos entre el murmullo de algo que tenía que ver con la vida, ella y yo. Atrás quedaba el eco de mis pasos y ante mí, un parque adormecido llamaba con boca de bestia.
Entré.
Las caras de estos y aquellos me miraban taciturnos y con un punto de extrañeza en sus ademanes.Todas aquellas caras, todas aquellas soledades, me las imaginaba yo, excéntricas a su modo.
Me fuí, salí de aquel maremoto de césped y naturaleza artificial, para no verme, para no imaginarme siquiera, tan excéntrica como ellos.
El entramado de calles, envoltorios y chicle con sabor a acera entrecruzada me guió hasta el café de turno.
Evidentemente café hasta que los libros pegados, esos que nada tenían ya que enseñar, recluidos en la cárcel de sus estanterías, me hicieron vomitar.
Allí se quedó el café.
Un cigarrillo tras otro, con la complicidad del humo y el papel quemado llegué, siempre en un loco empeño, guiado por ella,hasta la iglesia. Caras tristes, y lágrimas pintadas me sonreían desde los cuadros torcidos de las paredes.
Esta es mi religión, victimismo y cuadros torcidos.
Supe que a los ancianos encojidos en sus asientos no les gustó mi llegada, espero que sí a Dios, No fuí bien recibida, y como a Dios no le vi, me marché por donde había venido.

1 comentario:

  1. No soporto (y nunca he soportado) la acumulación de gente y/o edificios. Y, ojo, soy de la Ciudad Condal, jejeje.
    Bonito texto, aunque yo hubiera omitido el tema de la religión. Sólo es una opinión.

    Te sigo.

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